Como ya hemos señalado, las condiciones que percibimos en el campo de la cultura y el entorno social, esconden factores que, al no desvelarse completamente, nos permiten disfrutar las presentaciones y exposiciones sin llegar a entender a fondo información incluso muy valiosa.
En el mundo del arte nos movemos frecuentemente en un entorno que nos parece transparente, y donde la apreciación y la participación del público parecen gozar justamente de garantías. Pero, más allá de la publicación de obras y la emisión de contenidos, siempre en torno a la cultura las condiciones son determinadas por un pulso entre los circuitos del poder mundial, donde las partes deciden al final cuál es el curso de los fenómenos culturales. Es allí donde se decide lo que tiene permiso para ser presentado, lo que definitivamente es negado y qué procesos se destinan a integrarse a otros procesos de aprendizaje.
En estos procesos tiene, y ha tenido, un papel importante la figura del mecenazgo. En la historia del arte y la cultura es crucial entender algunas figuras legales que existen desde hace años, y que son elementos rectores que ejercen a su vez dominación mediante un régimen, que finalmente tiene el poder de decidir prácticamente sobre casi todo lo que es permitido.
Téngase en cuenta además que el mundo del arte se compone no sólo de artistas y obras, sino que es importante sobre todo entender el papel que ocupan los museos, las galerías, las bienales, los mediadores y todos los grupos culturales sociales o políticos que se mueven en el entorno.
Sobre la figura del mecenazgo puede decirse, teniendo como base la información data consultada en Wikipedia, que dicha figura apareció en la Roma antigua a finales del siglo I a.C, cuando bajo el poder imperial de Augusto, un personaje de nombre Cayo Mecenas llego a ser famoso por desarrollar la función social de apoyo y promoción del arte y la cultura. Los reyes y los templos religiosos comandaban entonces trabajos para sus edificios y monumentos en la ciudad, por los cuales debían pagar a los maestros artesanos tanto por los materiales y el trabajo, como por la reputación de la obra de arte que producían.
Este trabajo del mecenas empezó a ejercer un lugar en las altas cortes del poder público- privado, tanto que se convirtió en una práctica de ejercicio social sobre todo en las clases dominantes y nobiliarias, simplemente por ser un trabajo que nació en tales condiciones de nobleza. En la edad Media se había ya consolidado como un poder político social, que ejercía su rol en circuitos próximos a los reyes, la aristocracia y los templos. Entonces floreció el mecenazgo civil de grupos económicos pudientes que pagaban su apoyo al trabajo de los maestros en talleres y encargaban obras para su realización al motivo de familias, oficios, ciudades o nombres. Es por esta razón que a veces se creaban obras que no tenían un referente cierto y la composición era arbitraria y carecía de información verídica.
En la época del Renacimiento esta práctica alcanzó unas condiciones que, por su riqueza e independencia, se prestó para aportar mayores garantías civiles de los artistas como personas. En Florencia, por ejemplo, los intelectuales, artistas y escritores empezaron a ser aceptados en un circuito de elite donde ejercían las sociedades y grupos de poder y así su imagen pública creció, lo mismo que la popularidad de sus nombres, la fama y la aceptación social y sus gestores los educaban para la elegancia y el reconocimiento de clase. También había competencia pues, por una parte, los maestros rivalizaban entre ellos por ocupar puestos que les permitieran trascender los objetivos de sus trabajos y estructurar conocimientos; y por otra parte, había también disputas entre las clases nobles por poder integrar entre sus apadrinados a maestros que tuviesen las condiciones de genio y que pudieran aportar sus conocimientos y desarrollar los planos y proyecciones a su favor.
El ejercicio de mecenas fue realmente fructífero durante el Renacimiento y dinamizó el mundo de la cultura, cuando los nuevos grupos sociales y profesionales trajeron como resultado la creación de muchas obras de arte, gracias a lo cual apareció la figura del coleccionismo, en el ejercicio de reunir, acumular, guardar, clasificar y embodegar los trabajos que se producían.
Así entonces, la competición entre maestros y mediadores de cultura le permitió a la historia del arte crecer y también empezar a crear más obras de las que habitualmente se hacían. Y definitivamente fue en el Barroco cuando la acumulación y clasificación de los trabajos, permitió estudiar a fondo la diversidad y la diferencia; y fue también en ese período, cuando el curso de la cultura comenzó a tomar una trayectoria definida. Gracias a la diversidad fue posible el perfeccionamiento de los estilos, las composiciones, los géneros, entre otras características, debido a la cantidad de trabajos que aparecieron.
A este punto podría agregarse que, si bien el ejercicio del mecenazgo alcanzó un estatus porque pudo aportar de manera importante en la dialéctica del arte mundial, también fue este período de la historia el que trajo mayores conflictos y problemas debido a las diferencias que los grupos de poder tenían. Y es en este contexto que se entiende mejor el papel de la censura, la cual ha ocupado desde los primeros años de la humanidad su lugar en la opresión y la prohibición, y siempre ha sido un instrumento esencial de las estrategias de control sobre la sociedad. Resulta entonces evidente, que estos procesos de la sociedad relacionados con el mundo del arte no transcurrían en paz y las diferencias, la exclusión y el separatismo ejercieron su rol, como en todos los demás sectores de la historia humana. Y al final, la competencia entre los grupos de mecenazgo se resolvía a favor de los grupos más dominantes.
La consolidación de este ejercicio paso así durante mucho tiempo, y después las academias e institutos de aprendizaje adoptaron la práctica de los mecenas para el desarrollo de sus planes en educación. El mundo moderno y contemporáneo practica una política que diferencia a los maestros entre los elegidos y los rechazados, y sigue unos patrones claros de aceptación o exclusión, de acuerdo con los fines que disponen sus proyectos en comunidad.
Desde mi punto de vista, aunque las condiciones han mejorado desde los primeros tiempos de la humanidad hasta hoy en el mundo, políticamente la sociedad sigue aprendiendo, aun discretamente, esas prácticas, que ejercen la dominación y la opresión sobre los grupos civiles, y la comunidad, a veces inconscientemente, aplica esos métodos que no necesariamente han sido positivos o favorables en el curso de la sociedad y las personas.
Los primeros años de las revoluciones y las vanguardias suponían que el entorno cultural sería un lugar donde los grupos de trabajo se enriquecerían como conjunto, y donde los beneficios y reconocimientos no serían personales sino colectivos. Esa era la propuesta que la Ilustración y la Revolución Francesa presentaron como promesa en la cultura de un mundo mejor, al mismo tiempo que desaparecían los legados de las clases aristocráticas, la nobleza, y los reyes. El entorno cultural empezó a quedarse sin una base de confianza en el orden político mundial y el desarrollo del arte experimentó entonces unas crisis, que permitieron la creación de nuevas artes, pero también sin dejar de lamentar la desaparición de otras técnicas y oficios clásicos que también pertenecían al patrimonio y la tradición.
La figura del mecenazgo en su versión más actual comenzó a tomar unas formas, hoy conocidas, en el siglo XX durante los periodos de crisis que fueron brutalmente marcados por las guerras, la desigualdad y la miseria. Justo en los lugares donde la democracia apareció como una promesa más de participación en garantías de independencia y libertad humana, emergió también en la forma de un discurso para prestar una guía a la sociedad y un amparo en tiempos de crisis.
El surgimiento de la burguesía y las casas del poder del mercado en la cultura, fueron fuertemente impulsadas por las transformaciones de la revolución industrial y el curso de la historia mundial hacia la consolidación del capitalismo y la época del poder financiero. La burguesía amparó la dinámica cultural en los nombres de personajes mundialmente conocidos como Morgan, Rothschild, Carnegie, Rockefeller, Tretiakov, Guggenheim, Thyssen, Gulbenkian, Ludwing, entre otros, que son actualmente referentes en la cultura de masas y al mismo tiempo representan la consolidación del poder bancario, de gremios de la industria, la alimentación, la prensa, la publicidad, las apuestas, entre otros, al amparo de la masonería y de la explotación de la economía productivista.
Además, quiero comentar que existen algunas estrategias que actualmente en el mundo permiten adoptar parcialmente el ejercicio de mecenas, como son las prácticas comerciales llamadas patrocinio, con el fin de apoyar proyectos culturales a cambio de publicidad y reconocimiento de marcas y el Crowdsourcing (micro-mecenazgo) estrategia que se usa en las ciudades del primer mundo para acumular fondos y recursos que después son destinados a la participación entre las personas que son elegidas.
En resumen, la cultura se entiende a partir de una dialéctica común entre varias perspectivas, en la que esos puntos de vista son siempre regidos o definidos por grupos e instituciones. Saber que existen los mecenas y el lugar histórico que siempre han ocupado brinda una visión más clara sobre lo que se entiende hoy en día por democratización, en la medida en que las perspectivas de la cultura permiten entender: lo que es posible, lo que está destinado a la negación, y cuántos procesos que en el mundo justa o injustamente avanzan en la concreción de un objetivo final.
Barón Cifuentes Juan Camilo
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